
¿Por qué escribo?
Seguramente muchos escritores se lo hayan preguntado alguna vez. O igual no. Yo me lo pregunté este mes de octubre por primera vez. Me enfrasqué en un reto literario que me ha tenido con el teclado echando humo todo el mes. He averiguado muchas cosas durante estos treinta y un días. Sobre la escritura y sobre mi forma de trabajar.
Todo comenzó cuando empecé a curiosear por la red Threads. No me gustan las redes sociales, pero empiezo a resignarme y a tratar de crear contenido para ellas y así encontrar lectores y gente que escribe. Es una herramienta tan poderosa, en manos de cualquiera, para cualquier fin. Bueno o malo. El caso es que vi un anuncio para quienes quisieran participar en el Escritober, un reto literario que nace del Inktober, un evento anual de ilustradores en el que pasan todo octubre dibujando sin pretensiones. Y me lancé. Analicé mis posibilidades. Podía escribir al día un trocito con una palabra o frase como premisa. Pero como yo no soy así, de hacer las cosas fáciles, pues me decidí por escribir una novela corta y tenerla terminada el treinta y uno de octubre. Y la tengo. Un manuscrito que necesita varios lavados, alguna centrifugación y mucha plancha. Pero ahí lo tengo, reposando unos días antes de enfrascarme en él.
Escucho a muchos escritores hablar sobre el temido bloqueo, y empiezo a pensar que es más un miedo compartido entre quienes nos dedicamos a esto que una realidad. Porque, hablemos claro, escribir se consigue escribiendo, no hay otra. Si te pones frente al papel y no puedes hacer nada, es tu miedo el que te bloquea. Descubre a qué tienes miedo y dale una patada.
Piensa que todo en tu vida pasa por ti. Tú eres quien se mueve, tú eres quien decide qué hacer o no hacer. Siempre habrá cosas que escapen a tu capacidad de actuación, a veces necesitarás ayuda, otras no. Pero si no puedes escribir, no tienes opciones, ponte a escribir y ya. Sin excusas. Es que no sé qué escribir. Pues describe tu cuarto. Es que no quiero perder el tiempo. Amigo, entonces no escribas, porque esto no es lo tuyo. Me da miedo que nadie me lea. Puede que no te lea nadie, o puede que sí, eso es algo que no sabrás hasta que termines tu historia. Es que me pongo a escribir y sólo escribo mierda. Es que tienes que escribir mierda. Saca toda la que llevas dentro y rescata eso que salga limpio. Porque escribir, ponerse a teclear, es el inicio. Lo bueno, lo que hará que tu historia brille viene después, cuando lo corriges. Muchos escritores no saben eso. Escribir es idear, teclear, releer y corregir hasta que te sangren los ojos. Bueno, igual no tanto, pero casi casi.
Hay algo que tenemos los escritores, puede ser un nosequé especial o tal vez un alma diferente, no sabría decirlo. Pero sí creo que los que nos ponemos a contar historias somos diferentes. Nos fijamos en detalles que la gente normal no ve. Espiamos a diario a quienes nos rodean y plasmamos esa información en nuestras historias, para darle credibilidad a nuestros personajes, a las situaciones… un buen escritor se convierte en un cronista de su época. Porque en sus historias se ve la realidad del momento que le ha tocado vivir.
Y muchos, casi todos los escritores que conozco, tienen un ego enorme que les carga de energía, pero también de miedos a no ser vistos. Todos tenemos un poco de eso. Es esa parte que llevamos dentro la que nos grita mientras escribimos Nadie te va a leer. Y yo te digo: ¿Y qué? Llevo escribiendo veinte años. Hasta que llevaba diez, nadie leyó nada de lo que había escrito. Soy una escritora rara; nunca me importó que alguien me leyera. Y así he escrito decenas de relatos y alguna novela caótica. Y al final me han leído. Y a mucha gente le gusta cómo escribo. Hace poco terminé una novela, una que ya no es caótica, porque ahora sé lo que me hago. Y tengo mucha ilusión con ella y espero recibir buenas noticias para el año que viene, cruzo los dedos, los de las manos y los de los pies, por si hace falta. ¿La habría escrito si no hubiera pasado estos años escribiendo en silencio? ¿Si sólo me hubiera preocupado por encontrar lectores? No lo sé. Pero lo que sí sé es que escribir en silencio me ha servido para crecer. Y cuando por fin encontré lectores, vi que no se me daba mal. Siempre hay muchas cosas que pulir. Escribir una trama sólida no es fácil. Darle vida a los personajes tampoco. Y como escritora, necesito otros ojos que me indiquen si mi trabajo se entiende y para eso, sí, hacen falta lectores.
Pero la pregunta inicial era ¿por qué escribo? Y todavía no la he respondido. Supongo que no es fácil, porque hay tanto detrás de ponerse a escribir. Empecé a leer muy pequeña. El primer libro que leí fue uno infantil y después otro y otro y otro. Y se me quedaron cortos y pasé a leer novelas que tenía a mano. El primer libro que leí, que no era infantil, fue Asesinato en Orient Express. Igual tenía doce años. Pasé el resto de mi adolescencia leyendo, añadiendo libros a una estantería que se me quedó corta rápido. Mi padre me fabricó una a medida, pero también la llené deprisa. Me encanta leer y coleccionar libros. Como un ave carroñera que acumula huesos en el nido, yo acumulo novelas.
Siempre tuve suerte al elegir libros. No fue hasta hace unos años que di con una novela que no pude terminar. Le di trescientas páginas de oportunidades… pero no estaba a la altura. Y esa novela se convirtió en una saga, y me parecía absurda y tópica hasta el punto de leer diálogos tan artificiales, que no puedo entender que llegara a convertirse en varios volúmenes. Para que veas que no hace falta que escribas algo bueno para que tu historia vea la luz.
Puedes escribir por muchos motivos. El dinero está bien, es aceptable. Escribes y quieres ganarte la vida con ello. Es suficiente motivación. La fama. También es una buena razón. Te gusta destacar y quieres que todos sepan de ti y disfruten de tu trabajo. Bien. La paz. Hay muchos escritores que encuentran en su trabajo una forma de encontrar ese equilibrio interno tan complicado de alcanzar. O quizá simplemente te guste escribir y contar historias. Y eso es maravilloso, porque no necesitas nada. Ni siquiera necesitas ponerte delante de un papel, porque puedes escribir en tu mente, con tu soledad. No hace falta plasmarlo para inventar, para idear, para encontrar esos personajes que buscas. Sólo te necesitas a ti mismo. Y después, cuando ya lo tienes todo claro, entonces sí, te sientas y lo sueltas todo con la esperanza de crear algo único que puedan disfrutar otros. Escribes porque es lo tuyo, lo que te gusta, lo que te divierte, lo que te da fuerzas para despertar al día siguiente.
Yo escribo porque no puedo dejar de inventar historias y personajes. Escribo menos de lo que invento. Tengo tanto por contar, que no me da la vida. Es una sensación igual a la que tengo como lectora. No tendré vida suficiente para leer tanto como querría. Si hay algo después de esta vida, si como espíritus podemos quedarnos entre los vivos un tiempo, yo me buscaré una buena biblioteca que embrujar con mi presencia. Los libros son parte de mí y supongo que no me quedaba otra que pasar a escribir. A veces me pregunto si los libros no serán un virus avanzado que se introduce en la mente al leerlos. Te infecta y cuando cierras uno, tienes que abrir otro. Y nunca dejas de intoxicarte de ese virus, porque no dejas de leer. Y tal vez si lees demasiado, ese virus se apodera del todo de ti y tu única salida es escribir. El plan perfecto, nunca faltarán historias nuevas.
No sé tú, pero yo debo estar hasta las cejas de ese virus. Y no me queda otra que mantener cerca una novela y trabajar sin descanso en nuevas historias que infecten a otros incautos.
¿Por qué escribes tú?